jueves, 14 de abril de 2011

Leonor apoyó su cabeza en la puerta mirando al techo y pudo llegar a sentarse en el pequeño banco del recibidor. Allí permaneció un rato pensando con la mirada perdida.
Había una mezcla extraña de sensaciones en su corazón, Proctor era importante para ella, sin embargo, su cabeza se había quedado varada en la imagen de su amado y apenas reconocía sus sentimientos.
Leonor tenía la extraña y a veces molesta habilidad de adelantarse a los acontecimientos. Pocas veces se confundía, su error eterno era no dejar que los demás pensaran que ella escuchaba. Escuchaba más allá del presente y a menudo chocaba con la frustración de quien le hablaba. Esto es difícil de entender pero así era.
De repente, como solía pasarle, le vino a la mente una frase, las frases de Leonor, sentenciadas a sí misma: “tengo que pensar más despacio” . Con esta clara visión, abandonó su letárgico estado allí sentada en el recibidor. Movió la cabeza intentando sacudir los pensamientos que le estorbaban unos minutos antes.
Entonces llamó a su amigo aunque aún no había pensado que iba a decirle.

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