Parece que los hombres están un poco desconectados de
la realidad de las mujeres.
Encuentro que muchos se han dormido en el estereotipo de la
pareja chacha o la mujer complemento que resuelve todas las facetas que no les
interesa abordar.
Es cierto que hay hombres inteligentes a la hora de
adaptarse porque, sobre todo, escuchan y entienden que las necesidades
de una mujer no son las mismas que ellos disponen.
Es tan fácil como escuchar. Es triste pensar que las mujeres
no hemos tenido espacio en muchos ámbitos de la vida social, laboral,
artística, cultural, simplemente porque no se nos ha escuchado.
Hace pocos días, un hombre de mi edad me hablaba de sus
necesidades a la hora de encontrar una pareja.
Lejos quedaba la necesidad de compartir, de sentir y de
enamorarse, de crecer como persona junto a alguien a quien admirar; para quedarse
en el aspecto limitado de la convivencia. “Que sea limpia, que no se escaquee…”
Hábitos, por otro lado, fáciles de corregir si se quiere y que nosotras no
hemos sabido, ni aun hoy somos capaces de reivindicar.
Todas sabemos lo que significa convivir y sobre todo
convivir con un hombre. Por desgracia, eso es así todavía y son mayoría los que
buscan el complemento doméstico que se debe sentir bien simplemente con el agradecimiento
o, lo que es peor, una supuesta protección.
¿Necesitamos protección las mujeres? NO, la protección
siempre la hemos dado nosotras y es algo que nos pesa y nos abruma, no
confundir con necesitar protección. El hecho cierto es que necesitamos
compartir la responsabilidad de proteger el hogar, la familia o la relación.
Muchos hombres se preguntan que es lo que pueden
ofrecer sin dejar de renunciar a la comodidad de un protagonismo jerárquico y
dominante. Vamos fatal.
Son una generación que no puede cambiar sus convicciones
forjadas durante toda su vida en todos los escenarios y con el apoyo/sumisión
de las mujeres.
Yo siempre pongo el ejemplo de intentar poner a los
protagonistas de cada historia o situación en el papel del otro. Es decir poner
a una mujer en una situación habitualmente generada por hombres y al contrario.
Por ejemplo ¿Cómo se siente un hombre cuando una mujer le
piropea por la calle?. Curiosamente, en el 90% de los casos, se sentirá
molesto. Pero suponen que a una mujer le tiene que parecer un “detalle” que
alguien la aborde en la calle y le diga “cosas”.
En cualquier caso, a los más conciliadores, les
parece una tontería que ahora “ de repente” esté mal visto “piropear” a una
mujer.
Esta postura es la más dañina porque está cuestionando la
importancia que tiene ser tratadas como personas y no como objetos en este caso
concreto.
Otra postura muy frecuente es ver cada reivindicación como
una agresión al sexo masculino. Como un ataque a su hombría y costumbres
naturales incuestionables.
En estos casos lo mejor es no intentar un diálogo porque
siempre lo van a ver como un ataque. Esto sólo les reafirma en su posición.
Por mi edad, he vivido muchas situaciones que me hicieron
sentir mal y que, en ocasiones, cuando era más joven, y no entendía por qué.
Esto se debe a que yo también he sido educada en el mismo contexto y por lo
tanto veo o veía el mundo de la forma que me habían enseñado.
He compartido viajes con hombres que han “requerido” el
favor sexual como obligación, también me han exigido cumplir en la cama durante
mi matrimonio. Si un hombre de nuestro siglo es capaz de llegar a esto, quiere
decir que no hemos avanzado mucho a nivel profundo.
Las convicciones profundas son las más difíciles de cambiar
por eso todas tenemos que aprender a decir NO, sin explicaciones, marcando el
camino que nos gusta seguir y cediendo como personas no como mujeres al
servicio de los hombres.