Leonor emprendió su vida entre las mismas sábanas y las llenó de bonitos sueños.
Volvió a recordar las rosas y el olor limpio de aquel salón, donde cada gemido, era un tesoro escondido aún más adentro que su indiferencia.
Estaba esperando la visita a su mundo bonito con intención de quedarse a contemplarlo junto a ella.
Hay tizas de colores para imaginar, pero no hay manos capaces de dibujar su corazón.
Ahora que Leonor ha crecido, no hay soporte para la compasión.
viernes, 12 de septiembre de 2014
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