miércoles, 31 de agosto de 2011

Leonor…

Entró en casa como arrastrada por un cable hacia el centro de su estancia y, allí, despojó la mesa de aquellas flores secas. Una brisa fresca acariciaba su mejilla y la luz resaltaba el brillo en sus pupilas.
-Parece increíble, ahora, cuando todo esta en calma caminando con tu vecino soy lo que buscaba- Leonor tenía muchas sensaciones juntas, casi imposibles, sin separar, sin tiempo para analizar.
Aquella nota sobre la mesa ahora parecía haber viajado en el tiempo desde otra realidad, se miraba desde el techo y observaba una mujer diferente.
Pensaba que, tal vez, muchas personas viven y mueren sin ser generosas con ellas mismas, con los demás. Perder el miedo a decir, hablar y sentir de verdad sin temer un efecto que nos haga vulnerables, ser vulnerable es bonito. Leonor no entendía nada solo estaba sintiendo. Sentir es más que vivir.
Había tenido que suicidar su cuerpo para ver su alma como el vecino que la miraba sorprendido de su belleza.
La segunda oportunidad- pensó, pero no, es diferente. Es más de lo que esperaba y temía que ser más le hiciera perder realidad. – A la mierda el mundo- pero esta vez yo voy a estar con él, quería ver todo a través de esa mirada verde, joven y hermosa.
Sonó el teléfono, la voz calida de Proctor le hizo sentir bien. Ni siquiera una leve contracción en el gesto de su cara, solo escuchaba.
Proctor le habló como si entre ellos hubiese algo que nunca se pudo palpar, atribuyéndose el derecho a los sentimientos de Leonor cómo mérito único y suyo.
Leonor ya no necesitaba encontrar ningún cadáver y eso Proctor no podía saberlo, él sólo había sido mercenario de su egoísmo, habló a Leonor y después de colgar el teléfono sintió que no existía, que se había devorado a sí mismo en aquella conversación.

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